Cuando las organizaciones entienden cómo operan los ciberdelincuentes, nace la verdadera ventaja cibernética. Comprender los vectores, patrones y motivaciones del adversario permite convertir la amenaza en oportunidad. La inteligencia ofensiva, impulsa una defensa activa capaz de prever, adaptarse y neutralizar antes de ser vulnerada
Las amenazas en ciberseguridad evolucionan con mayor rapidez que la capacidad de respuesta de la mayoría de las organizaciones y empresas. Se estima que, en la próxima década, la frecuencia, sofisticación y magnitud de los ataques de ciberseguridad aumentarán drásticamente, lo que representa un desafío especialmente grave para Oriente Medio. Esta región atraviesa una acelerada transformación digital en medio de complejas dinámicas geopolíticas.
La vulnerabilidad de Oriente Medio frente a las amenazas de ciberseguridad se ve amplificada por una convergencia única de factores: alberga activos estratégicos en petróleo y gas, centros financieros y sistemas gubernamentales; su crecimiento económico y sus avances tecnológicos suelen superar los marcos regulatorios y de seguridad; y la escalada de tensiones geopolíticas ha convertido la guerra cibernética en una herramienta clave de desestabilización.
En 2024, una cuarta parte de los ataques informáticos registrados en la región tuvo como objetivo instituciones gubernamentales, lo que evidencia cómo la infraestructura estatal se ha transformado en una primera línea de defensa ante un panorama de amenazas en constante evolución.
A medida que Oriente Medio acelera sus ambiciones digitales, será fundamental construir una ciberresiliencia colectiva que permita salvaguardar la seguridad nacional, garantizar la continuidad económica y preservar la confianza pública. Las defensas tradicionales ya no bastan. Los atacantes emplean tácticas ágiles y adaptativas que eluden los sistemas convencionales y explotan vulnerabilidades ocultas. ¿El resultado? Pérdidas financieras, interrupciones operativas y daños a la reputación.
La ciberseguridad ofensiva (OffSec, por sus siglas en inglés) ofrece a las organizaciones una ventaja estratégica clave. Al simular ataques reales, permite identificar y mitigar vulnerabilidades antes de que los adversarios las exploten. Técnicas como las pruebas de penetración, los equipos rojos y las simulaciones de ataques replican las herramientas y comportamientos de los ciberdelincuentes, convirtiendo el riesgo en información práctica.
Este cambio de una postura reactiva a una proactiva no es solo una mejora táctica: es una necesidad. OffSec permite evaluar, probar y perfeccionar continuamente las defensas, revelando no solo fallos técnicos, sino también debilidades en procesos, protocolos y comportamientos humanos, áreas que los atacantes suelen aprovechar.
Las tácticas ofensivas fortalecen la resiliencia general al desafiar suposiciones y evidenciar puntos ciegos. Exponen deficiencias en la concienciación del personal, la respuesta ante incidentes y la preparación de los sistemas. Al abordar tanto las vulnerabilidades técnicas como las humanas, las organizaciones pueden construir una estrategia de defensa más integral y adaptable.
Los responsables de seguridad de la información (CISO, por sus siglas en inglés), los directores de tecnología (CTO, por sus siglas en inglés) y otros líderes necesitan más que una defensa perimetral: requieren previsión, flexibilidad y confianza. La ciberseguridad ofensiva lo logra al integrar tecnología, estrategia y servicio, sentando las bases de una resiliencia sostenible.
Los riesgos digitales no cesan. Solo en Arabia Saudí se registraron más de 110 millones deataques cibernéticos en los últimos años, afectando sectores como la sanidad, las finanzas y el petróleo. Este panorama subraya la urgencia de adoptar medidas de seguridad más proactivas.
Los ciberdelincuentes emplean métodos cada vez más sofisticados para explotar vulnerabilidades con rapidez. El tiempo medio de explotación (TTE, por sus siglas en inglés) de una vulnerabilidad pasó de 32 días en 2021–2022 a apenas cinco días en 2023. Los atacantes logran eludir los protocolos establecidos imitando comportamientos legítimos en línea, lo que dificulta su detección por parte de los sistemas tradicionales.
Con un coste medio de una brecha de seguridad de 4,45 millones de dólares a nivel global —y de 7,2 millones en grandes organizaciones—, el riesgo es demasiado alto como para depender únicamente de defensas reactivas. Ante la evolución constante de los métodos de ataque, adoptar un enfoque ofensivo ya no es solo una estrategia para mantenerse a la vanguardia, sino una necesidad para mitigar riesgos operativos y financieros significativos.
Diseñar un programa estratégico de ciberseguridad ofensiva implica abandonar el enfoque reactivo y adoptar una postura proactiva, que permita anticipar y neutralizar amenazas antes de que se materialicen.
Este cambio de una seguridad reactiva a una proactiva no es solo una mejora táctica, es una necesidad.
La ciberseguridad ofensiva cobra especial relevancia cuando se alinea con los objetivos del negocio. Al identificar proactivamente vulnerabilidades y simular ataques reales, las organizaciones no solo protegen sus activos y garantizan la estabilidad operativa, sino que también fortalecen la confianza y mejoran su ventaja competitiva.
Es importante destacar que estas estrategias suelen estar estrechamente vinculadas a los marcos regulatorios. Aunque los requisitos de cumplimiento pueden impulsar su adopción, un programa ofensivo bien estructurado va más allá del simple cumplimiento normativo: promueve prácticas resilientes que se adaptan a regulaciones en constante evolución, generando una sinergia entre la defensa proactiva y los mandatos legales.
Un programa estratégico de ciberseguridad ofensiva integra metodologías clave que refuerzan la postura de seguridad de una organización, alineándose con sus metas empresariales y exigencias regulatorias. En primer lugar, resulta esencial contar con un equipo dedicado a la búsqueda de amenazas, capaz de identificar anomalías mediante herramientas avanzadas de detección, como los sistemas de gestión de información y eventos de seguridad (SIEM, por sus siglas en inglés).
Las pruebas de penetración y los ejercicios de equipo rojo simulan ataques reales, permitiendo descubrir y corregir vulnerabilidades. Por ejemplo, un proveedor de atención médica logró mejorar su postura de seguridad y el cumplimiento de la Ley de Portabilidad y Responsabilidad de Seguros Médicos (HIPAA, por sus siglas en inglés) al abordar vulnerabilidades críticas. Esto incluyó un programa sistemático para identificar, evaluar y corregir deficiencias en los sistemas de datos de pacientes, lo que resultó en una reducción significativa del riesgo de brechas y en auditorías exitosas.
Los programas de gestión continua de vulnerabilidades permiten priorizar y automatizar evaluaciones, mientras que los simulacros de respuesta a incidentes perfeccionan las estrategias de reacción, minimizando el impacto reputacional ante eventos reales. Complementariamente, los programas de capacitación que simulan ataques de phishing han demostrado ser eficaces para reducir la exposición a amenazas de ingeniería social. De hecho, estudios recientes señalan que el error humano fue un factor determinante en el 74 % de las brechas de ciberseguridad.
Por último, la colaboración con organismos reguladores garantiza que las estrategias ofensivas se mantengan alineadas con estándares de cumplimiento en constante evolución.
Alinear los planes ofensivos con los objetivos estratégicos permite a las organizaciones prosperar en un entorno digital cada vez más desafiante. Métodos como la búsqueda de amenazas y la simulación de adversarios permiten detectar vulnerabilidades de forma temprana, bloqueando riesgos críticos antes de que se materialicen. Estas acciones no solo previenen incidentes, sino que también reducen significativamente los costes reactivos asociados a incidentes de seguridad.
El impacto financiero de las brechas de seguridad refuerza la necesidad de adoptar un enfoque proactivo. Según el informe Digital Trust Insights 2026 de PwC, el 15 % de las organizaciones en Oriente Medio ha sufrido brechas de datos con un coste superior a los 100 000 dólares. Las estrategias ofensivas contribuyen a reducir estos riesgos, fortalecen los sistemas y pueden traducirse en ahorros millonarios.
Una asignación eficiente de recursos es clave. Las recomendaciones del sector suelen sugerir distribuir el presupuesto de ciberseguridad en partes iguales: 30 % para protección, 30 % para detección y 30 % para respuesta. Las acciones ofensivas optimizan estas inversiones al enfocarse en los riesgos más críticos, lo que se traduce en mejores resultados operativos y una postura de seguridad más robusta.
Ganarse la confianza de la alta dirección comienza por demostrar una conexión clara entre las medidas de seguridad y la resiliencia empresarial. Estándares como los del Instituto Nacional de Estándares y Tecnología (NIST, por sus siglas en inglés) de Estados Unidos respaldan enfoques proactivos, como la evaluación de seguridad y la recopilación de inteligencia. Estas iniciativas no solo facilitan el cumplimiento normativo, sino que también mitigan riesgos clave, alineándose con los objetivos del negocio.
La ciberseguridad ofensiva desempeña un papel fundamental en el fortalecimiento de la resiliencia organizacional. Técnicas como el hacking ético y la emulación de adversarios permiten simular ataques realistas, revelando vulnerabilidades potenciales antes de que puedan ser explotadas. Estos ejercicios aceleran las mejoras en los sistemas, asegurando que la organización esté preparada para responder eficazmente ante amenazas en constante evolución.
Pregunta: ¿En qué medida, si es que lo han hecho, han aumentado las regulaciones de ciberseguridad y la inversión de tu organización en ciberseguridad durante los últimos 12 meses?
Además, el cumplimiento normativo sigue siendo un factor clave para el aumento de las inversiones en ciberseguridad. Casi el 96 % de las empresas reportan mayores presupuestos debido a las exigencias regulatorias, según el estudio Global Digital Trust Insights 2026 de PwC.
Al alinear sus esfuerzos con estas exigencias, las empresas cumplen con los estándares y, al mismo tiempo, generan confianza en el sector.
Vincular los planes de ciberseguridad con los objetivos principales no solo protege los activos, sino que también genera confianza. Los clientes, socios e inversores valoran un firme compromiso con la protección de datos. Según el informe Digital Trust Insights 2026 de PwC, el 57 % de las empresas invierte principalmente en proteger la confianza del cliente, mientras que el 49 % se centra en la fidelización y la seguridad de la marca.
Pregunta: ¿Cuál de las siguientes afirmaciones, si la hay, refleja mejor el impacto de las nuevas regulaciones de ciberseguridad en tu organización durante los últimos 12 meses?
| El 24 % instó a nuestra organización a fortalecer el programa, los procesos y los enfoques de gobernanza actuales de la gestión de riesgos cibernéticos. | El 20 % ayudó a establecer límites para los esfuerzos de innovación y transformación tecnológica. | El 19 % contribuyó a que fueran más resilientes al imponer un marco para toda la industria. | El 15 % nos llevó a considerar los servicios gestionados de ciberseguridad para cumplir con los requisitos normativos. |
Pregunta: ¿En qué medida tu organización posiciona la ciberseguridad como una ventaja competitiva en estas áreas?
Las tácticas personalizadas ofrecen información crucial sobre las necesidades específicas de cada sector. Por ejemplo, el 47 % de las organizaciones sanitarias reportan brechas de seguridad millonarias, lo que subraya la importancia de las estrategias a medida. Las medidas proactivas garantizan que las organizaciones satisfagan las necesidades específicas del sector, generando una confianza duradera.
La adopción de estrategias ofensivas alineadas con las directrices del Instituto Nacional de Estándares y Tecnología (NIST, por sus siglas en inglés), el Proyecto Mundial Abierto de Seguridad de Aplicaciones (OWASP, por sus siglas en inglés) y el Centro para la Seguridad en Internet (CIS, por sus siglas en inglés) proporciona a las organizaciones herramientas más eficaces para alcanzar el éxito. Técnicas como el análisis de la superficie de ataque y las simulaciones de amenazas contribuyen a una protección más robusta y proactiva.
La alineación de las tácticas ofensivas con marcos globales garantiza que los esfuerzos en ciberseguridad generen un valor tangible. Las evaluaciones continuas y la capacidad de adaptación frente a nuevos desafíos permiten a las organizaciones mantenerse protegidas en un entorno dinámico. Al mismo tiempo, las estrategias personalizadas y las pruebas constantes fortalecen los sistemas, impulsan la resiliencia y respaldan los objetivos comerciales clave.
Este marco se basa en tres pilares clave:
Este artículo se basa en el artículo original “When offence becomes the best defence” de PwC global. La revisión fue ejecutada por el equipo de PwC Colombia.