Latinoamérica, tierra de oportunidades

21/10/19

En los últimos meses, la guerra comercial entre Estados Unidos y China, y la desaceleración de algunas de las economías más grandes del mundo han afectado -de forma directa o indirecta- al mundo de los negocios en Latinoamérica. Estos factores externos -aunados a la incertidumbre política interna en países como México, Brasil o Argentina, así como al precio de las commodities-, han generado un retraso en las inversiones y la reducción de las fusiones y adquisiciones (en torno al 5%), tanto en volumen como en valor.

A pesar de este panorama complejo, existen oportunidades: más del 80% de los CEO latinoamericanos confían en el crecimiento de sus organizaciones, tal y como recoge el capítulo México de la CEO Survey 2019, elaborada por PwC.

Entre los factores más importantes para el desarrollo, destacan:

  • La población: se estima que, en 2050, la región contará con 200 millones de personas en su pico de consumo.
  • La existencia de recursos naturales: además del petróleo o el gas, América Latina está apostando fuertemente por las energías limpias.
  • La apertura a la inversión extranjera de ciertos sectores: como el energético o el de las telecomunicaciones, como fue el caso de México durante el Sexenio anterior.

El sector financiero, el consumo, el retail o la salud son las industrias más atractivas para los inversionistas en la región y, en cuanto a países, Brasil y México encabezan el ranking, especialmente en este último caso: la firma del Tratado México, Estados Unidos y Canadá (T-MEC) -aunque se encuentra pendiente de ratificación en estos dos últimos países- continuará beneficiando y afianzando la posición de México como destino de inversión y potencia en el continente.

Inversión extranjera directa en la región

Según apunta la última edición de reporte La Inversión Extranjera Directa en América Latina y el Caribe 2019, elaborado por la Comisión Económica para América Latina (CEPAL), la inversión extranjera directa (IED) en la región superó los 184.287 millones de dólares en 2018 y aumentó un 13.2%, en comparación con las registradas el año anterior. La mayoría de estos flujos se concentraron en Brasil y México y en sectores como la manufactura y los servicios. No obstante, los aportes no fueron sólo inyecciones de capital, sino préstamos entre compañías y, en menor medida, la reinversión de utilidades procedentes, principalmente, de Europa y Estados Unidos.

T-MEC y guerra comercial EE.UU.-China: impacto en México

La elección de México como uno de los principales destinos de inversión, no es casual. La firma del Tratado México, Estados Unidos y Canadá (T-MEC) -hasta la fecha ratificado solo por el primero- continúa beneficiando y afianzando la posición del como destino de inversión.

Este panorama pudiera ser aún más optimista si tenemos en cuenta las reglas de origen recogidas en el TMEC. Estas disposiciones elevan el Valor del Contenido Regional del 62.5 al 75%, para que la mercancía en cuestión sea considerada originaria de alguno de los tres países y pueda así gozar de las preferencias arancelarias del acuerdo. En el caso de la industria automotriz, el T- MEC también fijan el Valor de Contenido Laboral (VCL) de 40% para automóviles. Por tanto, existe una puerta abierta para que compañías de sectores como el automotriz, se instalen y produzcan en México. 

Por otro lado, la guerra comercial abierta entre China y Estados Unidos constituye otra ventana de oportunidades en el país. Según los últimos datos de la Oficina Comercial de Estados Unidos, entre enero y agosto de 2019, los productos mexicanos representaron el 14.4 % del total de las importaciones en Estados Unidos, con un valor de cas 251 mil millones de dólares (mmdd). Es decir, durante este período se han incrementado a una tasa anual del 5.5%.

Sin duda, existen buenos motivos para seguir creyendo en el potencial tanto de México como de la región y crear una América Latina cada vez más próspera y equitativa; sin embargo se debe seguir mejorando en temas de disciplina fiscal, productividad, educación y mayor competencia; además de generar certidumbre política que permita a los inversionistas tener un horizonte mayor de 4 o 6 años.

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