Federico Morello
Socio Líder Consultoría y Asesoría Empresarial - PwC Chile
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"El futuro de Chile para los próximos 20 años depende en gran medida si la oferta electoral que tendremos a nuestra disposición será capaz de resolver -y financiar- estos desafíos estructurales que tienen a nuestro potencial de desarrollo cada vez más disminuido.".
La economía chilena enfrenta dos desafíos críticos que requieren atención inmediata: el deterioro del mercado laboral y el estancamiento de la productividad. Las cifras son elocuentes y preocupantes. El desempleo alcanzó un 8.9% en mayo, superando el rango de 8-8.5% que el Banco Central estima como tasa natural. Más inquietante aún resulta la situación en regiones como Tarapacá, Araucanía y Ñuble, donde el desempleo roza el 10%.
Pero el problema no se limita solo al desempleo. La informalidad laboral, que afecta al 26% de los trabajadores, evidencia una precarización del mercado laboral que debe ser abordada con urgencia. A esto se suma la reducción en las horas efectivamente trabajadas, que cayeron un 1.3%, con un promedio de solo 37.3 horas semanales.
En materia de productividad, las señales son igualmente preocupantes. La Productividad Total de Factores (PTF) creció apenas un 0.73% en 2024, y las proyecciones del Comité de Expertos del Ministerio de Hacienda anticipan un modesto 0.3% anual para el período 2025-2028. Este estancamiento refleja problemas estructurales: menos horas trabajadas, mayor informalidad y un deterioro muy riesgoso en los niveles educativos.
Frente a este escenario, resulta fundamental que los programas de gobierno 2026-2030 que serán presentados a la ciudadanía incorporen propuestas concretas y viables, además de soluciones integrales basadas en los siguientes ejes:
Quienes sean mandatados por la ciudadanía para administrar el país en el próximo cuatrienio tendrán la responsabilidad de implementar transformaciones orientadas en estos ejes. No se trata solo de mejorar indicadores económicos; el verdadero desafío es construir un Chile más próspero y equitativo, donde el trabajo digno y la productividad sean los motores del desarrollo.
Tenemos por delante meses que evidentemente tendrán una intensidad electoral marcada por las prioridades ciudadanas como seguridad, salud, vivienda, educación y migración. El futuro de Chile para los próximos 20 años depende en gran medida si la oferta electoral que tendremos a nuestra disposición será capaz de resolver -y financiar- estos desafíos estructurales que tienen a nuestro potencial de desarrollo cada vez más disminuido.